Partos sin asistencia ¿A propósito?
Por qué escogí el parto libre y me di cuenta de que siempre fue la opción ideal para mí
Mi primer parto, lo he contado muchísimas veces, fue en el escenario médico y, aunque se podría decir que el resultado fue bueno y “lo que yo quería”, mi vivencia del mismo y cómo transcurrió el posparto fue menos que ideal.
La clave de mi experiencia y de mi aprendizaje esencial se encierra en esta pregunta que me hizo mi entonces ginecóloga en la segunda cita que tuve con ella:
“Si a ti no te gusta que te pongan la mano ¿Qué se supone que yo voy a hacer en tu parto?”.
La respuesta, aunque obvia, la sabemos todos los que hemos acompañado partos, pero es una que a las personas que trabajan dentro del sistema médico se les escapa.
Luego de mi primer parto, terminé formándome como doula, algo que me voló la cabeza y me ayudo a procesar todas las cosas que sentía en mi posparto y no entendía.
Muchas de las cosas que habían pasado en mi parto no las comprendía, puesto que, mi entrenadora fue precisamente la doctora que atendió el nacimiento de mi hijo y las cosas que ella estaba predicando durante las clases eran completamente contrarias a lo que ella había hecho durante este momento, el más íntimo y vulnerable de mi vida hasta esa fecha.
La incoherencia me dejaba estupefacta.
Luego de este entrenamiento acompañé algunos partos, no demasiados. Me retiré rápido, pues los despertares en el medio de la noche cuando estaba en espera de una embarazada, el tener que salir de mi casa de madrugada y partos que duraban días, yo misma teniendo bebés menores de un año, eran demasiado para mí.
Pero en esas experiencias, aprendí muchísimo sobre lo que significa acompañar y cuáles son los límites de mi responsabilidad.
La realidad es que en los partos no se necesita hacer nada que no sea lo que la mamá desee, observar todo el tiempo y ajustar el ambiente sutilmente para que se mantenga lo mas ideal posible para apoyar el proceso fisiológico perfecto que es el parto.
Quizás a veces hacer alguna sugerencia, estando siempre preparado para aceptar la negativa de la mujer que esta viviendo el proceso, pues nadie mas que ella sabe que es lo que necesita.
Durante ese tiempo, el primer año de mi vida como madre, en el que tuve una experiencia inmersiva sobre embarazo, parto, etc. encontré información sobre la posibilidad, la opción del parto libre o parto sin asistencia, algo hacia lo que la comunidad de doulas y doctores tenían si no aprehensión, directamente rechazo.
Al principio la idea me parecía loquísima, no sé si porque fuera lo que realmente pensaba o si era más para pertenecer al grupo (que, por lo demás, considero super tóxico), pero mientras mas aprendía sobre parto, mientras mas historias escuchaba de estas mujeres que habían parido de esta manera y mientras mas procesaba mi experiencia dentro del sistema, más me gustaba la idea de parir en mis propios términos y sin nadie que fuera a entrometerse en mi proceso.
Todas estas eran cosas que hablaba con mi esposo quien, al final es si no mi único, sí mi mejor amigo, pues parir en casa era lo que deseaba desde un principio, pero como en República Dominicana la existencia de parteras es prácticamente nula (al menos en la ciudad), nunca se me cruzo por la cabeza que simplemente podía hacerlo sin nadie, no pensé que fuera posible lograrlo.
A medida que aprendía y pasaba el tiempo, más me convencía de que si tenia otro bebé no quería ni aparecerme por un consultorio.
Y así llego el momento en el que empezamos a plantearnos agrandar la familia otra vez; quedé embarazada a la primera y lo supe de una vez. Creo que hasta sentí el momento de la fecundación jajaj.
En este punto tomar la decisión ya era fácil, no tuve ni siquiera que pensarlo. Ya estaba hecho, no iba a ir a ningún médico.
Sentí tanta paz con la decisión. Paz mental, paz espiritual. Sabía que había tomado la decisión correcta tanto para mí, cómo para mi bebé.
En algún momento me planteé contratar una doula, pero conociéndome y sabiendo lo que quería decidí no hacerlo. Sólo invité a una amiga para que estuviera con Simón durante el tiempo que durara el parto.
Esta decisión resultó ser excelente, además, porque cuando tenía alrededor de 4 meses de embarazo comenzaron las cuarentenas por la plandemia. Durante este tiempo de encierro se cometieron todas las aberraciones en el parto, se violaron todos los derechos básicos de la embarazada y la parturienta (mas de lo que ya se hace); y es que yo no podía ni imaginarme parir con un bosal puesto y sola, sin el acompañamiento de mi esposo, en un lugar extraño, frío, estéril, que se fueran a llevar a mi bebé, que me metieran un hisopo por la nariz para acceder a la clínica ni que se atrevieran a separarme por días de mi hijo (secuestro médico) por un resultado positivo en esa prueba que da tantos falsos diagnósticos. Es que nadamas de pensarlo me da vértigo.
Agradecí tanto a Dios que me haya puesto la información y la conciencia de esta opción en el camino y que me haya dado la audacia para decir sí, lo voy a hacer.
Miedo, honestamente, no tenía.
Había pensado en los riesgos de cada opción, sabía que no tenía nada asegurado, ni la salud, ni la vida mía ni del bebé, pero es que la realidad es que esto nunca está asegurado. Cada opción tiene riesgos y yo prefería los percibidos riesgos de parir en mi casa en libertad, que parir en cautiverio con personas que supuestamente “cuidan”.
Mis embarazos low tech han sido los mejores. Sin ansiedad, sin prisas, sin opiniones no solicitadas, vividos a plenitud y terminados en partos intensos, cortos, hermosos y, sobre todo, sanadores.
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puedes leer la historia de mi primer parto libre aquí